Palacio e Iglesia de Cuzco
A mediados del siglo XVIII, Enríquez de Jorquera, escribía en sus ANALES DE GRANADA las siguientes líneas refiriéndose a nuestro pueblo:
"En un eminente cerro, entre frescas arboledas, al pie de la Sierra de la Alfaguara, gozando de la vista de la Vega granadina, está el Lugar de Víznar, deleitoso y agradable sitio. Hay en él casa de recreación donde se suelen retirar los arzobispos de Granada algunos días de estío."
Fue en el año 1789, el 28 de noviembre, cuando D.Juan Manuel de Moscoso y Peralta toma posesión de la Archidiócesis granadina y se propuso construir en este lugar de Víznar una espléndida mansión, conocida hoy por el PALACIO DEL CUZCO.
Este insigne prelado, nació en Arequipa en 1723. Regentó en su país natal (Perú), diversos cargos eclesiásticos. Estos y otros datos quedan reflejados en esta lápida colocada en el zaguán de su Palacio de Víznar. Léense en ella hechos de la vida y obra de este hombre de noble corazón y elevado espíritu.
El Excelentísimo e ilustrísimo Sr. D.Juan Manuel de Moscoso y Peralta, del Consejo de Su Majestad, obispo que fue de las Santas Iglesias de Arequipa, su patria, y de las de Córdoba del Tucumán, de la del Cuzco, en el Reino del Perú y a la presente Arzobispo de Granada, a que fue ascendido por haber reconquistado aquellas provincias de la sublevación general acaecida en el año 1780. Por cuyos particulares méritos le premió el Rey con la Cruz de la Real y distinguida orden española de Carlos III.Costeó este palacio de Víznar que se concluyó en el año 1795.
En efecto, cuando estalla el levantamiento encabezado por Tupac Amaruc, este insigne prelao consigue dominar a los insurrectos, impidiendo con ello el dominio sobre la metrópoli del Cuzco. La fachada de su Palacio elogia en escuetos pareados la cuna, obra y servicios, con estas palabras:
"Arequipa ciudad noble y hermosa del gran Moscoso fue cuna dichosa
La España premia así con francas manos el mérito y virtud de sus vasallos
de Moscoso en América el primero con tres mitras premió Carlos III."
La fachada, al igual que el resto del edificio, responde a los más puros cánones del estilo Neoclásico, aunque en su portada se advierte cierta sobriedad y lujo. Dos grandes pilastras de mármol sostienen el frontis triangular, coronado con el escudo de armas de la familia Moscoso y Peralta, abrazado por los símbolos de la Jerarquía Eclesiástica.
Traspasando el amplio umbral, adentrados en el zaguán, pasamos al jardín de la fachada oriental, que abre ante nosotros un panorama de paradisíaco encanto. Las paredes de este jardín están decoradas con las más puras orientaciones neoclásicas al estilo italiano. Fachadas y muros quedan cubiertos de vasos y guirnaldas, medallones y cartelas. Trazados en recuadros estriados, aparecen pasajes alegóricos de los dioses gentílicos.
Este jardín está dividido en cuatro parcelas bordeadas por setos de boj y flanqueadas por sendos paseos laterales. En la intersección de dichos paseos, burbujea una maravillosa fuente de dos tazas, cincelada en una sola pieza de mármol. La luz, que incide oblicuamente, dota a este lugar se singular belleza y de un ambiente romántico, melancólico y apacible. La doble galería porticada que abre sus arcos a este jardín, encierra un hecho único y excepcional en el mundo, que acredita a nuestro ilustre Arzobispo de ser persona de exquisita cultura, ya que hizo decorar su Palacio con escenas del Quijote.
En los muros de la galería inferior, entre guirnaldas y en grandes medallones, están plasmadas varias escenas de la inmortal obra de Cervantes. Por tal motivo, ha de considerarse a D.Juan Manuel de Moscoso como uno de los más extraordinarios cervantistas de su época. Una serie de reproducciones a escala natural, nos describen pasajes de la universal obra cervantina. Fueron utilizadas para su copia, las láminas que ilustraron en su tiempo el Quijote editado por la Real Academia en el año 1778. En vivos tonos y amanerado trazo, aparecn la dementizada imagen de D.Quijote, su escudero Sancho y demás personajes de la magna fábula. Estas pinturas murales, realizadas al temple, poseen una doble imperfección. En primer lugar, la poca plasticidad y elasticidad de movimientos de las figuras, y en segundo plano, la falta de naturalidad con respecto a la realidad de la obra, al parecer ataviados los personajesa la usanza del siglo XVIII.
La galería superior con arcada de orden toscano está igualmente adornada y decorada con grandes medallones que nos presentan una serie de escenas de corte dieciochesco, que van desde la interpretación de temas mitológicos a otros de carácter costumbrista y cortesano. Niños, músicos, perros amaestrados y juegos infantiles... constituyen los elementos más corrientes de estos medallones. Otros representan por el contrario, escenas mitológicas o alegóricas de la antigua cultura grecolatina. Juegos infantiles, cortejos amorosos, e incluso vemos esta riña entre mujeres que, en altercada pelea y asidas de los cabellos, parecen difíciles de conciliar.
Volviendo a la entrada, una amplia y lujosa escalinata da paso a las dependencias del segundo piso, que por su disposición y estilo y la nobleza de su mobiliario, parece que estaban dedicadas en tiempos de D.Juan Manuel a recepciones y actos protocolarios. Dichos salones constituyen una sucesión de amplias piezas, al fondo de las cuales, en la parte norte del edificio, se encuentra la capilla episcopal, de severo tono y místico ambiente. Las paredes no aparecen decoradas con igual profusión que en los exteriores, pero el mobiliario, cornucopias, adornos, jarrones y aterciopelados cortinajes hablan por sí solos del refinado gusto que se respira en estas estancias.
La planta baja del edificio, con amplio y lujoso comedor, estaba dedicada a ser el lugar habitable y cotidiano del prelado, así como a los compartimentos y servicios propios de tan vasta mansión. Un patio pequeño, lateral al edificio, adornado de macetas y con un abundoso pilar de tres caños, distribuye a un lado y otro diversas puertas que corresponden a la cocina, la despensa y dependencias similares. La amplia cocina, propia de un castillo medieval, tuvo antaño tres grandes fuegos, acorde con las necesidades y servicio a prestar en este asentamiento veraniego del prelado y su séquito.
Los jardines de la fachada occidental, en contraposición a los de la zona opuesta, están llenos de luz y los rayos del sol visten en primavera a este paraje en la más variopinta paleta de un pintor impresionista. Murmuran sus tres fuentes de esbeltos surtidores, acariciando nuestros sentidos el dulce trinar de los pajarillos, el flagrante olor del jazmín y la cálida brisa de la Vega granadina. Ofrece a nuestra vista una amplia panorámica de la Vega y la perspectiva del azul de las lomas de Sierra Elvira. Ornato de este jardín son los ya centenarios cipreses y dos magníficos ejemplares de magnolia, que por su tamaño y longevidad, con absoluta certeza son coétaneos al Arzobispo Moscoso. Sus blancas flores, de delicado perfume, parecen como si una numerosa bandada de palomas blancas se hubiese posado al abrigo y albergue de sus retorcidas ramas.
Finalmente acompañan y completan este recinto palaciego una extensa huerta que en esta época surtiría con sus hortalizas y frutas la copiosa y opulenta mesa del Arzobispo.
La contigüidad del templo viznaerense con el Palacio Arzobispal, hicieron que la magnánima benevolencia del Arzobispo convirtiese este templo en una pieza que en riqueza y embellecimiento fuese acorde con su colindante propiedad. Se inician en este recinto sagrado las reformas precisas para adaptar al estilo neoclásico los blancos y humildes muros, a la vez que se dota a esta Diócesis de unas riquezas de incalculable valor.
Da fe de lo antedicho esta pequeña cartela en la cual se puede leer: El Excelentísimo, el ilustrísimo SR. D.Juan Manuel de Moscoso y Peralta, Arzobispo de Tricomi, Tucumán y Cuzco, Arzobispo de Granada, caballero Gran cruz prelado de la real y distinguida orden de Carlos III, insigne benefactor de esta iglesia, cuyas alhajas de plata, ornamentos, pinturas, espejos, órgano, torre, campanas y portadas, debido todo a su celo y religión harán eterna su memoria.
La muerte de D.Juan Manuel, acaecida el 28 de julio de 1811, llenó de desolación a multitud de granadinos, de todas las clases y condiciones sociales, dado que su benevolente figura no tuvo parangón allende los mares, en su país natal, en esta Diócesis de Granada y en nuestro pueblo de Víznar.